Se cree que es originaria de Asia Central, donde civilizaciones como Persia, India, Egipto, Mesopotamia y Babilonia, la adoptaron para satisfacer el hambre de su pueblo.
Los romanos la utilizaban para curar infecciones oculares,
herpes bucales, insomnio, mordeduras de perro, dolor de muelas y disentería
entre otros.
Fueron parte del ornamento de los jardines de Pompeya y de
pospatios de residencias de patriarcas. Caius Apicius, un romano del siglo VIII
de nuestra Era, se encargó de difundir sus propiedades, uso y bondades culinarias.
Para la Edad Media la cebolla, la col y otras verduras se
convirtieron en el alimento de los pobres. De hecho se llegó a utilizar como
antídoto contra las mordeduras de serpientes y para evitar la pérdida de
cabello. Curiosamente fue tan apreciada, que se convirtió en un modo de pago y
en regalo de bodas.
Llegó a América con los colonos Pilgrims (padres peregrinos)
del Mayflower, quienes la empezaron a plantar en 1648, cuando se pudo
acondicionar el primer terreno americano, aunque ya existía una clase de
cebolla salvaje que crecía en Norteamérica, la cual era utilizada por los nativos
como jarabes, cataplasma, para teñir y hasta para juguete.
Esta olorosa amiga a la cual muchos le temen por el hecho de
dejar un mal aliento, es uno de los vegetales con mayor número de propiedades
benéficas para la salud del ser humano.
Empecemos por hablar de su alto contenido en minerales y oligoelementos
como el calcio, magnesio, cloro, cobalto, cobre, hierro, fósforo, yodo, níquel,
potasio, silicio, cinc, azufre y bromo. Además de vitaminas A, B, C y E.
Particularmente la cebolla tiene un aceite esencial que contiene
una sustancia llamada alilo, con propiedades bactericidas y fungicidas, lo que
la convierte en un excelente antiséptico.
La glucoquinina que tiene es una sustancia considerada la «insulina
vegetal», que ayuda a combatir la diabetes.
Sus enzimas favorecen la fijación de oxígeno por parte de
las células, colaborando en la función respiratoria.
En cuanto a sus componentes principales son: agua (89%),
glúcidos (8.6 g), fibra (1.6 g), proteínas (1.2 g) y grasas (0.2 g), con 38 calorías
por 100 g.
Gracias a esta variedad de componentes la cebolla se
convierte en una aliada de la salud, por ello es recomendada para:
Los problemas de las vías respiratorias como tos, catarro,
resfriado, gripe, bronquitis.
Estreñimiento.
Ayuda a combatir la caspa y la caída del cabello.
Combate exitosamente la diabetes.
Es excelente contra la diarrea.
Purifica los riñones porque es diurética.
Desintoxica el hígado.
Diluye los cálculos biliares.
Controla los nervios.
Combate el insomnio.
Favorece la absorción de calcio, reduciendo la osteoporosis.
Mejora el funcionamiento del sistema nervioso.
Reduce el colesterol y los triglicéridos, así como la
absorción de grasas.
Tiene un alto efecto afrodisíaco.
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